lunes, 26 de diciembre de 2011

Que hasta tus defectos me gusten...

¿Sabes qué? Tenías razón y lo admito. Sí, soy una niña mimada, sí, soy una cabezota y sí, me gusta que todo esté perfecto.
Conozco mis defectos: sé que hablo con los objetos, siempre pierdo todo, mis cuadernos son un caos y no soy capaz de sentarme correctamente en una silla.
Cojo mal los bolígrafos y tuerzo de forma exagerada los cuadernos al escribir. Sólo como las galletas de dos en dos y me gusta mezclar el regaliz con helado. Odio la menta y que la gente haga crujir los huesos de las manos.
No soy la persona ideal y lo reconozco, pero he de añadir que tú tampoco eres como yo esperaba: tienes mal humor y ojos castaños. Eres torpe y ruidoso. Me llevas la contraria y me picas. No terminas nunca tus explicaciones, gesticulas demasiado y hablas rápido. Te muerdes las uñas, te distraes con cualquier cosa y nunca te estresas.
No eres el hombre con el que siempre he soñado estar, pero me gusta saber que siempre estás dispuesto a hacerme reir o enseñarme cosas nuevas. Es reconfortante saber que ya no te resulta extraño que siempre tenga que ir a la derecha o hable conmigo misma. 
Y, aunque no eres mi principe azul, todos tus defectos hacen que seas tú y que te quiera.

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