viernes, 17 de febrero de 2012

¿Un cuento de hadas?

Érase una vez -comienzas, siempre igual- la más bella de las princesas. Y, no, no... no es ni Blancanieves, ni Cenicienta, ni la mismísima Bella Durmiente. Eres tú.Tú eres mi princesa. -yo, sin poder evitarlo, sonrío como una tonta.- Todos, absolutamente todos los hombres de la comarca, tenían ojos para ella. Y, no era para menos. Las dos trenzas que a veces le colgaban por encima de los hombros, las sonrisas inocentes, esos ojos verdes y sus perfectas formas, eran dignas de eso y mucho más. -me acaricias la mejilla derecha con el exterior de tu mano.- A pesar de poder tener a cualquier hombre, ella solamente quería a uno. Más que un hombre, era la Bestia. -dices señalándote y asinitendo con la cabeza.- Pero ella, cada mañana se levantaba pensando en ver a la Bestia, que la colmaba siempre de halagos y, de vez en cuando alguna que otra rosa y una caja de deliciosos bombones. La Bestia, terco como una mula, pensaba que la bella princesa no correspondía su amor. Y, cada día, se miraba en el espejo, sintiéndose desdichado. 
Hasta que un día, un Hada Madrina se le apareció. No callaba, hablaba y hablaba sin parar sobre algo de una calabaza, una carroza... mientras la Bestia pensaba en el deseo que iba a pedirle. Cuando por fin, el Hada Madrina dejó de contar sus batallitas, sus azañas, la Bestia se entusiasmó. "Hada Madrina, le dijo, después de todas esas cosas que ha hecho, podría concederme a mí un deseo. Quiero gustarle a la bella princesa. Con un toque de su varita, podría hacerme más..." El Hada Madrina, no dejó terminar a la Bestia de hablar. Le dió un toque con su varita, sí, pero... no vayas a pensar que fue un toque mágico para conceder su deseo. Fue un golpe en la cabeza que le dolió bastante. -dices frotándote la coronilla.- "A ver..., le dijo ella, ¿de verdad crees que esto es una varita? ¡Solamente es una pajita pintada de negro! Yo no concedo deseos. ¿Lo de la carroza de Cenicienta? Simplemente fue hablar con un buen amigo que fabrica carrozas. Tuve que decir que sí, que estaba hecha con una calabaza por su color medio anaranjado. ¡No sabes lo terca que es Ceni! ¿Los cien años durmiendo de la Bella Durmiente? No fueron cien años, no pasó de una noche. Yo, lo único que hice, fue vendarle el dedo. ¿La transformación de Pinocho en un niño de verdad? Pinocho se obsesionó con que una bruja mala le había hecho eso, pero era tan real como tú y yo. ¡Lo único que puedo hacer contigo, es darte otro golpe en esa cabeza de ajo! La bella princesa está enamorada perdidamente de ti. ¿Cómo, sino, iba a aceptar  tus regalos con tanto gusto, iba a dedicarte esas sonrisas tan bonitas y a decirte que te extraña? Corre si no quieres que vuelva a darte, corre." 
La Bestia, corrió cuanto más pudo hasta llegar al castillo de la princesa.

 
Ella estaba en su ventana, su largo cabello, casi llegaba a tocar el suelo. La Bestia acarició las puntas del pelo de su princesa durante un rato. Cuando se dio cuenta de que estaba perdiendo tiempo, corrió a las largas escaleras de caracol que llevaban hasta la princesa y... ¿sabes qué pasó? -Yo niego con la cabeza. Tú me besas y añades: FIN.

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