lunes, 16 de julio de 2012

¡He estado en Nunca Jamás!

Anoche, mientras intentaba conciliar el sueño, escuché un pequeño ruido. Encendí la luz y me froté los ojos antes de abrirlos.
En la repisa de mi ventana vi a tres seres tan pequeñitos como mi dedo meñique. ¿Qué era eso? Brillaban con luz propia y llevaban vestidos de colores vistosos. Esos tres seres estaban paralizados, mirándome. Les había descubierto. Me acerqué y abrí la ventana.
-¡Buenas noches!-me presenté.- Soy...
Uno de los seres rió. Sabían mi nombre, lo sabían todo sobre mí. Me miraron de arriba abajo y, después, formaron un corro para cuchichear. Yo intenté asomar la oreja pero no logré entenderles. Me propusieron un trato: me llevarían a Nunca Jamás si juraba guardar el secreto. ¡Claro que sí! Me enseñaron un pequeño agujerito que había al lado de mi ventana: era la puerta hacia Nunca Jamás. Pero... ¿cómo iba a entrar yo por ahí? 
Una de las tres hadas esparció polvos mágicos por encima de mí y, de repente, me vi menguando hasta ser como ellas. Estaba preocupada, ¿volvería después a mi tamaño original? 
Entramos por el agujerito y en pocos segundos, me encontré en Nunca Jamás. ¡Qué lugar tan bonito! Me encantaría que el mundo fuera así. El aire huele a flores y el sonido de las cascadas ameniza los paseos de los lugareños. No hay malentendidos, ni enfados, ni enemigos. Todos colaboran para que las cosas marchen bien. La única moneda de cambio que hay son las sonrisas. 
Son felices con cualquier detalle, allí, no saben lo que es el consumismo. Sus vestidos son pétalos de flores y hojas de árboles.  El mejor regalo de cumpleaños es una tarta casera.
Son amables y agradecidos. Cada noche, celebran una fiesta. ¿El motivo? ¡Poder estar vivos compartiendo su vida con el resto! Bailan, cantan y, sobre todo, sonríen. 
La hora de que me fuera había llegado. Me despedí de las hadas con un par de lágrimas, me daba pena, habían sido tan amables... Les di un abrazo y las gracias por una noche tan maravillosa. Volví a meterme por el agujerito y vi mi ventana. Saqué de mi bolsillo un saquito que las hadas me habían entregado y me esparcí los polvos que contenían por encima de la cabeza. ¡Volví a mi tamaño!
Esta mañana me he despertado pensando en las hadas. He mirado a mi alrededor, todo era igual que siempre. ¿Lo había soñado o de verdad había estado allí? Me asomé a la ventana y, en la repisa había un pequeño papelito. Acuérdate de guardar el secreto, decía.

1 comentario:

  1. Hola! :)
    Me ha gustado mucho la entrada, ojala todos pudiéramos celebrar cada día simplemente el hecho de estar vivos.
    Besos desde Pensamientos De Adolescencia ∞ y Sollozos En Mitad Del Bosque.
    PD: Espero verte por mis blogs. ;)

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